Messaggio al Movimento Politico per l'unità del Brasile FR
Brasilia, 28 novembre 2003 FR
Chiara Lubich pone la fraternità come orizzonte in cu è possibile pensare a un bene comune a tutti gli uomini, e cioè pensare all’umanità intera in termini politici. Agire quindi in tal senso è, per la politica, compito e meta imprescindibile.
Sígueme
Comentario a la Palabra de Vida:
Sígueme
(Mt 9,9)
Mientras salía de Cafarnaún, Jesús vio a un recaudador llamado Mateo que estaba recaudando impuestos. Mateo ejercía un oficio que lo hacía odioso a la gente, semejante a los usureros y a los explotadores, que se enriquecen a costa de los demás. Los escribas y fariseos lo equiparaban a los pecadores públicos, y por eso le reprochaban a Jesús que fuera «amigo de andar con publicanos y gente de mala reputación» y que comiera con ellos.
Yendo contra toda convención social, Jesús llamó a Mateo para que lo siguiera y aceptó ir a comer a su casa, como hará más tarde con Zaqueo, jefe de los recaudadores de impuestos de Jericó. Cuando le piden que explique esa actitud suya, Jesús dice que ha venido a curar a los enfermos, no a los sanos, y a llamar no a los justos, sino a los pecadores. También esta vez su invitación va dirigida precisamente a uno de ellos:
Sígueme
Jesús les había dirigido ya esta palabra a Andrés, Pedro, Santiago y Juan a la orilla del lago. Y la misma invitación, pero con otras palabras, le hizo a Pablo por el camino de Damasco. Pero Jesús no se detuvo ahí; a lo largo de los siglos ha seguido llamando a hombres y mujeres de todos los pueblos y naciones. Hoy también lo hace; pasa por nuestra vida, nos aborda en distintos lugares, de maneras diferentes, y de nuevo nos invita a seguirlo.
Nos llama a estar con Él porque quiere entablar una relación personal, y al mismo tiempo nos invita a colaborar con Él en el gran proyecto de una humanidad nueva.
No le importan nuestras debilidades, nuestros pecados, nuestras miserias. Él nos ama y nos elige tal como somos. Será su amor el que nos transforme y nos dé la fuerza para responderle y el valor para seguirlo, como hizo Mateo.
Y para cada uno tiene un proyecto de vida, una llamada, un amor especiales. Lo percibimos en el corazón gracias a una inspiración del Espíritu Santo, o mediante determinadas circunstancias, o por un consejo o una indicación de alguien que nos quiere… Y aunque se manifieste de los modos más diversos, resuena la misma palabra:
Sígueme
Recuerdo cuando yo también sentí esta llamada de Dios. Era una mañana muy fría de invierno en Trento. Mi madre le pidió a mi hermana más pequeña que fuera a comprar leche a dos kilómetros de casa, pero hacía demasiado frío y no le apetecía ir. Mi otra hermana también dijo que no; entonces me ofrecí: «Voy yo, mamá», le dije, y cogí la botella. Salí de casa y a mitad de camino sucedió algo especial. Me pareció que el cielo se abría y Dios me invitaba a seguirlo. En el corazón sentí: «Entrégate completamente a mí».
Era una llamada explícita a la que quise responder enseguida. Hablé con mi confesor y él me dio permiso para consagrarme a Dios para siempre. Era el 7 de diciembre de 1943. Nunca podré describir lo que mi corazón sintió ese día: me había desposado con Dios; podía esperarlo todo de Él.
Síguemei
Esta Palabra no se refiere solamente al momento de la elección determinante de nuestra vida. Jesús nos la sigue diciendo todos los días. «Sígueme», parece decirnos ante los deberes cotidianos más sencillos; «sígueme» en esa prueba que debo abrazar, en esa tentación que superar, en ese servicio que llevar a cabo.
¿Cómo responderle concretamente?
Haciendo lo que Dios quiere de nosotros en el presente, que conlleva siempre una gracia especial.
Este mes nos comprometeremos a entregarnos con decisión a la voluntad de Dios, al hermano o a la hermana que debemos amar, al trabajo, al estudio, a la oración, al descanso o a la actividad que debemos realizar.
Aprendamos a escuchar en lo más profundo del corazón la voz de Dios, que habla también a través de la voz de la conciencia, y nos dirá en cada momento lo que Él quiere de nosotros. Y estemos dispuestos a sacrificarlo todo para llevarlo a cabo.
«Concédenos, oh Dios, no sólo que te amemos cada día más, porque pueden ser muy pocos los días que nos queden, sino que te amemos en cada momento presente con todo el corazón, el alma y las fuerzas haciendo tu voluntad».
Éste es el mejor sistema para seguir a Jesús.
Follow me
Commetary on the Word of Life:
Follow me.
(Mt 9:9)
While he was coming from Capernaum, Jesus saw a tax collector by the name of Matthew seated at the customs post. Matthew had a job that made him despised by the people, for it placed him in the same category as loan sharks and those who took advantage of others to amass personal wealth. The Scribes and Pharisees put him on the same level as the public sinners and criticized Jesus for being “a friend of tax collectors and sinners” and for eating together with them (Mt 11:19; 9:10).
Jesus, going against all social conventions, called Matthew to follow him and accepted the invitation to dine at his home, as he would later do also with Zaccheus, the head of the tax collectors in Jericho. When questioned about his behaviour, Jesus responded that he had come to heal the sick, not the healthy, and to call sinners, not the righteous. His invitation, also this time, was addressed directly to one of them:
Follow me
Jesus had already said these words to Andrew, Peter, James and John on the shore of the lake. He made the same invitation, using different words, to Paul on the road to Damascus.
But Jesus did not stop there; down through the centuries he has continued to call men and women of every culture and nation. He still does it today: he passes by in our lives, he meets us in quite different places and in different ways, and he makes us understand once again that invitation to follow him.
He calls us to be with him because he wants to build a personal relationship with us, and at the same time he invites us to collaborate with him in his great plan to create a new humanity.
He does not care about our weaknesses, our sins, our limitations. He loves us and chooses us just as we are. His love will transform us and give us the strength to answer his call and the courage to follow him as Matthew did.
He has a particular love for each one of us, a plan for each person’s life, an individual call. We can feel it in our hearts through the inspiration of the Holy Spirit, through certain circumstances or through a piece of advice given by someone who cares about us. Even if manifested in different ways, his message spells out the same words:
Follow me
I remember when I too felt a call from God.
It was a very cold winter morning in Trent. My mother asked my younger sister to go and pick up some milk at a place about a mile away from home. Since it was so cold, my sister did not feel like going. My other sister also refused to go. “I’ll go, Mom,” I said, and I picked up the bottle and left the house. Halfway there something peculiar happened: it seemed as though the skies opened up and God reached down to me with an invitation to follow him. “Give all of yourself to me,” I felt him say in my heart.
It was a clear call that I wanted to answer right away. I spoke with my spiritual advisor about it, and he gave me permission to give my life to God forever. It was December 7, 1943. It is impossible to fully convey what I felt in my heart that day: I had married God. I could expect everything from him.
Follow me
This phrase does not only pertain to that specific moment when we make a choice for our lives. Jesus continues to ask us this every day. “Follow me,” he seems to suggest to us as we face our smallest daily chores — “follow me” in the trial we are called to endure, in that temptation we have to overcome, in that act of service that needs to be done.
How should we respond concretely?
By doing what God wants from us in the present moment, which always comes accompanied by a particular grace.
Our commitment this month will be, then, to do God’s will with determination, dedicating ourselves fully to the brothers and sisters that we are called to love, our work, our studies, praying, resting, and all the different things we are supposed to do.
Let us learn to listen to the voice of God deep within our hearts, which speaks to us also through the voice of our conscience: he will tell us what he wants from us in every moment. Our part is to be ready to sacrifice everything in order to do it.
“Let us love you, O God, not only more each day, for the days that remain may be few, but let us love you in every present moment with all our hearts, souls and strength in whatever is your will.”
This is the best way to follow Jesus.